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Óleo sobre tela, 249 x 134 cm
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Comentario: Como era previsible en una galería de carácter genealógico, las efigies del segundo marqués de Torre Tagle, Tadeo de Tagle y Bracho (1709- ¿?) y de su esposa, María Josefa de Isásaga Mujica y Guevara (1727-¿?), reiteran en lo esencial aquellas fórmulas protocolares establecidas por los fundadores del mayorazgo. Sin embargo, las diferencias estilísticas que separan a ambas parejas de lienzos no podrían ser mayores. En efecto, si bien las posturas que adoptan los retratados son formalmente similares, ambos han dejado atrás la rigidez de sus predecesores, cuyos gestos congelados se endurecían aun más en un penumbroso interior, para mostrarse en cambio con cierta naturalidad gestual, emplazados en medio de paisajes abiertos y luminosos. Enmarcadas por cortinajes rojos movidos por el viento, sus figuras se erigen al lado de ficticias arquitecturas palaciegas, cuyas columnas anuncian un emergente gusto clasicista. Al fondo se divisan en lejanía sugerentes escenarios “naturales” o perspectivas de jardines que dejan entrever con claridad una concepción cosmopolita e ilustrada de la vida cortesana. Todo ello se hacía eco de las transformaciones culturales introducidas en Lima durante la última década, en el marco de las reformas administrativas borbónicas y de la reconstrucción de la ciudad tras el cataclismo de 1746, impulsada con indiscutible energía por el virrey José Antonio Manso de Velasco. De ese ambiente ilustrado surgió la influyente personalidad del maestro criollo Cristóbal Lozano (1705-1776), quien emprendió una radical renovación de la escuela pictórica limeña asimilando los modelos de la gran tradición europea y de la pintura académica más reciente. Su consagración definitiva como retratista áulico llegaría hacia 1758, cuando culminó su obra maestra: la efigie del virrey José Antonio Manso de Velasco, el flamante conde de Superunda, dirigiendo las obras de reconstrucción de la catedral de Lima. El parentesco formal que se advierte entre el retrato referido de Manso de Velasco y los del segundo marqués de Torre Tagle y su esposa no dejan duda sobre la autoría de Lozano, pese a que estos últimos carecen de firma, seguramente debido a las alteraciones impuestas por el paso del tiempo. Todo hace suponer, por tanto, que ambos retratos fueron ejecutados por Lozano en torno a 1760. Tadeo de Tagle viste de un modo similar al mencionado virrey, con casaca azul y plata sobre la chupa en rojo y plata. Su efigie privilegia el cargo de Pagador del presidio del Callao, que ostentaba como titular del mayorazgo, mostrando como fondo un calmado horizonte marino. Su esposa lleva el abanico igual que su predecesora y su otra mano se acerca a la mesa que tiene al lado, pero esta vez no ocupada por un libro devoto sino por una cantidad de joyas que parecen desbordar la superficie del mueble, en alusión a la dote llevada por la mujer al momento de casarse con el marqués y que, a la postre, terminaría enriqueciendo el mayorazgo. El paseo arbolado del fondo, con una fuente al centro, tal vez guarde relación con alguna casa campestre del marquesado, pero bien podría ser solo un recurso del pintor para simbolizar la identificación de la pareja noble con los nuevos ideales ilustrados que iban transformando la vida social de Lima al crear espacios públicos destinados a la recreación (Luis Eduardo Wuffarden).
Bibliografía: Ricardo Estabridis. «Cristóbal Lozano, paradigma de la pintura limeña del siglo XVIII». En Actas III Congreso Internacional del Barroco Americano: territorio, arte, espacio y sociedad. Sevilla: Universidad Pablo de Olavide, 2001, 308; Luis E. Wuffarden. El Arte de Torre Tagle. La colección del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. Lima: Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 2016, 50-51.
Fotografía: Daniel Giannoni